#209: Las primeras entregas - 2011-01-10

Rápidamente salieron del parque, ubicada a varias cuadras al sur de la estación JR Hokkaidō. Eran veinte minutos para las ocho de la mañana y ya habían escolares en las calles. Algunos habían acordado juntarse en una cafetería a desayunar; Los Martínez Gómez también desayunaron ahí. Un café con leche y una paila de huevos revueltos con una receta secreta de especias (extremadamente deliciosa) fueron la opción unánime para todos los comensales presentes en ese momento.

Rosa no estaba de humor para hablar con extraños. La cafetería tenía calefacción central (como es costumbre en Hokkaidō, a diferencia del resto de Japón), y el cambio de temperatura no le hacía mucha gracia, a pesar de que la diferencia entre adentro y afuera no superaba los 15°C. Sin embargo, su atuendo llamó la atención de más de algún escolar que quiso conocerla.

- “ ¿Qué te decían, Rosa? ” - le preguntó doña Clara.

- “ Me preguntaron de por qué no estaba en clases. Les dije que somos turistas chilenos y que en Chile estamos de vacaciones. Me dijeron que en Enero cerraron la escuela por el clima, pero que ahora hay poca nieve así que tienen que ir a clases de todas maneras. ”

- “ ¿A esto le llaman poca nieve? ”

- “ Sí. A mediados de enero apenas podían salir de sus casas. ”

Al terminar de desayunar, salieron de nuevo a la calle. Ahora el cambio de temperatura golpeó a los demás, principalmente a Hugo y Eliana, quienes empezaron a toser. Por suerte, traían jarabe para la tos y ácido acetilsalicílico.

El primer punto era, justamente, la escuela de los jóvenes que se reunieron en el café. Rosa le preguntó al guardia por un tal “Satoshi Miura” (aunque Rosa se equivocó y pronunció “MYU-ra”; es “Mi-u-ra”). El guardia mostró su identificación, y sacó un joyero de un cajón, envuelto en un papel con un mensaje en coreano. Los metió en una bolsa plástica y encargó a Rosa que fueran entregados a una dirección en Tōkyō. No abriria hasta volver a su casa el paquete que Rosa le entregó.

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El segundo punto estaba hacia el oriente, frente a un río que cruza Sapporo. El dibujo muestra una escuela básica a cinco cuadras del lugar, y lo hice para mostrar cómo estaba el clima a esa hora.

Era un edificio de oficinas de muy alta categoría, y a esa hora los oficinistas hacían cola para entrar al ascensor. El conserje, al escucharlos hablar en castellano, decidió atenderlos en el mismo lenguaje:

“ Buenos días, caballeros. ¿En qué les puedo servir? ”

“ Señor, ” - respondió don Juan - “ nosotros buscamos a la señora Yoshiko Asahitani. Venimos de parte de don Akihiko Uguisude. ”

“ Piso 25, oficina 2508. ”

“ Gracias. Una pregunta... ¿Usted sabe si la señora Asahitani habla inglés o español? ”

“ Sí, ella habla inglés y español. También habla francés y ruso. ”

“ Gracias. ”

Entonces don Juan miró la cola de gente en el ascensor, miró las escaleras, y luego miró a Eliana.

“ ... Creo que yo tengo el paquete para la señora Asahitani. ” - respondió Eliana al abrir su mochila. Afortunadamente, el paquete no pesaba más de 500 gramos. Desafortunadamente para los habitantes del edificio, las escaleras eran metálicas y muy ruidosas; el efecto sonoro fue similar al de un taladro manual, que avanzaba a razón de tres pisos por segundo.

No pasaron más de dos minutos, y Eliana volvía a entrar por la puerta principal del edificio.

- “ No quise tomar las escaleras de nuevo. Simplemente, me lancé por una cuerda desde la ventana de la oficina de la señora. ”

- “ ¿Y te mandó algún paquete? ”

- “ No, pero me dio cincuenta mil yen. ”

- “ ¿Para el señor Uguisude? ”

- “ No. ¡Para mí! ”

Efectivamente, el señor Uguisude no necesitaba dinero, lo tenía de sobra. Pero estaba en el hospital, y había perdido una pierna porque le había caído una muralla encima, y no había podido contactarse con la señora Ashitani. Los Martínez Gómez no habían alcanzado a alejarse del lugar cuando vieron que un helicóptero despegaba desde el techo del edificio en dirección sur, desafiando la nieve que seguía cayendo en forma suave pero continuada sobre la ciudad de Sapporo.

- “ Es ella. ” - señaló Eliana, apuntando hacia el vehículo volador, que rápidamente desaparecía entre las nubes. - “ Dijo que va a tomar un avión desde Chitose, a 40 kilómetros de aquí. ”