#150: Escondidos en el bosque - 2009-07-10
Nota del autor: Lamentablemente, no hay manera de que yo pueda adaptar este capítulo a un formato puro de webcomic, con mis recursos disponibles de tiempo y energía. Además, pienso que la siguiente manera de presentar esta historia es más adecuada; de otra manera, loombardearía con burbujas de diálogo, lo que creo que sería peor... -lgm
Los carabineros pasaron justo al frente de donde se escondían. El estruendo de un camión grande chocando algunos cientos de metros más allá asustaron tanto a nuestros héroes que no esperaron a que la señora gorda fuera arrestada por infracción a la Ley de Drogas, así que, silenciosamente, se escurrieron velozmente bajo el denso mano de vegetación a ese lado de la carretera.
Escaparon rápidamente, como si estuvieran huyendo de un cataclismo importante. Los penaba la imagen de una pila de sal que vieron en televisión, alzada frente al Mar Muerto desde hace más de tres milenios, restos de una mujer que no supo obedecer ni resistir su curiosidad.
Rosa fue la primera de ellos que notó que el sol ya no estaba alto en el cielo, que las cosas comenzaban a hacerse demasiado oscuras para ser vistas. Un destello de sentido común la hizo detenerse.
- Niños, ¿por qué estamos corriendo todavía?
- Los "pacos" nos vieron, Rosa. - Eliana respondió - ¡Sigue corriendo!
- No creo que nos sigan siguiendo. Por favor da un vistazo.
Eliana rápidamente saltó sobre el árbol más alto que vio. Difícilmente podía ver algo alrededor de ella. Sólo un bosque tupido y el sol perdiéndose bajo la Cordillera de la Costa. Ni los carabineros, ni la carretera, ni ningún signo de presencia humana en las cercanías.
- Creo que los perdimos. Detengámonos aquí.
- ¡Qué bien! - Hugo dijo - Ya no puedo más.
- Yo tampoco. Rayos, está oscuro. Hagámos una fogata.
- Buena idea. Tengo fósforos, y hay mucha madera suelta por aquí.
- ¡Pero tengan cuidado, - Rosa advirtió - o vamos a causar un desastre! ¡Limpiemos el suelo un poco, y busquemos algunas piedras para bloquear el fuego!
Pedro recogió una rama grande que estaba tirada detrás de un arbusto, y comenzó a barrer el suelo con ella. De la misma rama, cortaron algo de madera para la fogata, y la adición de un círculo de piedras y algo de pasto seco concluyó su construcción.
Y ahora, la parte más difícil. Encender el fuego antes que el viento apague el fósforo.
- Eliana, - Hugo le pidió - dame algo más de sombra contra el viento con tu pelo.
- Ja, ja. El viento pasa por entremedio de todas maneros, y no quiero que se queme mi pelo por accidente...
Sin embargo, la sugerencia de Hugo funcionó, y el fuego estaba encendido.
- Hay que confesar que estuvimos bastante glotones en la camioneta. - Rosa señaló - Ya nos comimos gran parte de lo que llevábamos para el camino.
- Si, niños. - Eliana añadió - Vamos a tener que racionar la comida y el agua. Tengo el presentimiento de que nos espera un largo viaje.
- ¿Tú crees? - Hugo preguntó - Pues no deberíamos habernos alejado tanto de la Panamericana...
- Ya habríamos llegado. Cuatro horas de caminata, más media hora en el camión de la "gorda"... Por lo menos cincuenta o sesenta kilómetros. ¿No creen? Además... desde ahí arriba la cordillera de los Andes se veía muchísimo más cerca que la de la Costa...
- Pero ese camión sobre el que despertamos... era de la "Celco"...
- De "Arauco", querrás decir... ellos tienen plantas en varios puntos de la zona centro y sur del país, la "Celco" es sólo la planta en Constitución. Aunque me tinca que no era de ellos la planta donde despertamos, quizás de algún cliente... vaya a saber uno. En fin, ya estamos lejos de ahí.
- Cierto...
No se dieron cuenta cuando se quedaron dormidos, a la intemperie, vestidos con chalecas de lana, insensibles a la baja temperatura de la noche del bosque tipo valdiviano. La fogata permanecería encendida hasta pasado el amanecer.