#158: El hombre rubio del fundo - 2009-08-19
Tras dos horas de discusiones acaloradas e irreproducibles, los niños encontraron un camino rural, y decidieron seguirlo. Al otro lado del camino, había una impasable muralla vegetal, claramente la barrera de un fundo.
Al poco andar, encontraron el portón, abierto de par en par. Llamaron, y nadie contestaba, pero luego vieron que un hombre traía una caja con verduras y entraba a una construcción de palo.
- ¡Vamos a hablar con él, - Pedro sugirió - para que nos venda algo de comer!
- ¡Ea, tranquilízate, Pedro! - Eliana advirtió - ¡No es necesario que...!
- ¡Pero tengo hambre!
- ¡Cómo... si nos comimos un ganso en la mañana, Pedro!
- ¡Pero era chiquitito!
- Yo también tengo hambre, Eli. - Hugo agregó - ¿Qué vamos a comer?
- ¡Mira! ¡Venden papas fritas! ¡Jajajaja!
- ¡Papas fritas NO! ¡Sólo pan pelao y frutas de la estación para ustedes! Yo no voy a comer ahora porque...
- ¿¡Qué!?
- ¡Eso! ¡No comeré por ahora! ¡Hay que cuidar los pocos recursos que tenemos, y yo no soy como ustedes que están acostumbrados a comer y comer y comer!
- Yo tampoco, Eli. - Rosa señaló - No tengo hambre ahora, además que...
Rosa titubeó.
- ¿Qué pasa, Rosa?
- Nada. Es que me gustaría aprender...
- ¿A qué?
- A ayunar...
- ¿Ayunar? ¿¡Tú!? ¿Acaso te sientes capaz de probar que puedes dejar de ser tan golosa como se te conoce, cuando la necesidad así lo merita? ¿Estás segura?
- Bueno, yo...
- Porque si realmente estás dispuesta a algo como eso, te adelanto que no es llegar y dejar de comer. Hay que ir de a poco cambiando los hábitos alimenticios, no se puede forzar algo tan repentino, por lo menos tienes que comer una fruta hoy día antes de dormir. En realidad, preferiría que... pero por otra parte...
- ¡Ya, poh, Eli! ¡Vamos a comprar!
- Ok, ok, niños. Veamos, cuatro panes, un jugo en polvo y ocho frutas, salen....
- 600 pesos. Y por los dos salen...
- ¡Np, Hugo! ¡Estoy calculando la ración para todos!
- ¿Para todos? - Pedro dijo, mirando a Eliana a los ojos - No me parece, es muy poco...
- ¡Pero con la suerte que tenemos tal vez no lleguemos a casa en un mes! ¡Por eso trato de hacer estirar las chauchas, oh....!
- Además que te tiene que quedar algo después para tus ahorros. ¿O no? :)
Este chiste de Hugo enfureció a Eliana.
- ¡GRRR! Apuesto que si tú tuvieras que administrar esta plata, ahora nos la gastaríamos toda y después nos moriríamos de hambre a medio camino. ¿Cierto? ¡Asume! ¡Tú y Pedro no son capaces de ahorrar un solo peso porque moneda que tienen la gastan en tonterías! ¡Ya, compremos esto no más y punto!
- Pero tenemos que guarda algo de comer para más rato...
Al escuchar esto, Eliana se dio cuenta de que algo andaba mal. Puso una cara de tonta y sólo atinó a decir:
- ¿¡Ah!?
- ¿Cómo que ah? ¡Entiendo que tengas que guardar plata, pero no vamos a encontrarnos con un lugar como este cada pocos kilómetros! ¡Y ahí no vamos a poder comernos la plata! ¿Cacháis?
Eliana palideció... luego se detuvo a pensar algunos segundos, susurrando algo ininteligible, y luego contesto, con lágrimas en sus ojos...
- ¡Pucha! ¡Tenís razón! ¡Voy a comprar algo más para más adelante, y pensándolo bien voy a comer algo ahora yo también porque me está haciendo mal este viaje!
- ¿Viste que era chico el ganso?
- No, si era grande... pero hemos caminado una enormidad. Ya, entremos.
- Er... si me disculpan...
- ¿Qué pasa, Rosa?
- Es que... preferiría esperarlos afuera.
- ¿Ah? ¿Por qué?
- Porque me da miedo entrar ahí, tengo un mal presentimiento...
Todos se quedaron mirando a Rosa.
- Ya, ok. Hugo, quédate con Rosa para que la cuides.
- Ok.
Eliana y Pedro entraron, aún discutiendo sobre la cantidad de alimento que iban a comprar. Sin embargo, poco pudieron hacer, ya que el hombre que estaba ahí les habló en una lengua que no pudieron entender.
- ¿Qué pasó? - Rosa les preguntó al verlos salir con las manos vacías.
Pedro rápidamente empujó a Rosa al interior de la mediagua.
- Habla tú con él. Tú lo entenderás.
- Pero...
Sin darse cuenta, ya estaba en frente de este caballero rubicundo de piel enrojecida por el sol y robusta figura.
A Rosa también le costó comunicarse con este sujeto, ya que tenía serias dificultades para pronunciar ciertos sonidos no presentes en el español. Aún así, pudo comprar ocho panes y diez manzanas y dos jugos en polvo. Además, consiguió que le regalara unas botellas plásticas vacías, que Pedro procedió a llenar con agua fresca, junto con las botellas que ellos ya traían para el viaje en sus mochilas.
Cuando Rosa pagó y procedía a irse, el hombre la detuvo, pues quería decirle algo. Rosa quiso preguntarle dónde estában, cómo llegar a una ciudad... Entonces, el hombre le dijo con una sonrisa algo que no fue muy bienvenido por Rosa, ya que ella inmediatamente abofeteó al hombre y salió huyendo del local.
- ¡Rosa! ¿¡Qué pasó!?
Todos corrieron a seguir a Rosa. Como veían que nadie los iba siguiendo quisieron que Rosa se detuviera, pero ella estaba llorando. Finalmente se detuvo, y se puso a llorar sobre un árbol.
- ¿Qué pasa, Rosa? ¿Te hizo algo ese hombre?
Rosa respondió en la lengua de ese caballero, no sé exactamente qué, algo como:
- Joeren sie sie, ijj sprejjen nijjt espanisjjen, und ijj kann nijjt nijjts ferstejen, fon dem sie saguen, aber... ¿Connten sie mit mir in mainem Paquet joite abend blaiben?
- ¿Qué chucha es eso, Rosa?
- ¿¡Cómo pudo decirme eso!?
- ¿Eh? ¿Qué significa?
- ... Preferiría no decirlo.