#203: Un poco de historia familiar - 2010-11-22

Al entrar a la casa, los niños inmediatamente recordaron las fotos que habían visto en el álbum familiar hace ya varios años. Fotos del viaje que ellos habían hecho hace diez años a esta misma casa. Pedro, en particular, no tenía memoria de ese viaje, sólo contaba con lo que había visto en sus fotos; en 1985, Pedro era sólo un bebé recién nacido, así que, técnicamente, esta era su primera visita a la casa de los abuelos en Japón.

La casa de Atsuko Nishida y Carlos Martínez, a diferencia de otras viviendas del vecindario, combina elementos tradicionales japoneses con un diseño no muy diferente al de muchas viviendas sociales chilenas. Destaca en esta casa la ausencia de objetos relacionados con el budismo y con el shintoísmo, siendo reemplazados por copias de “La última cena” de Da Vinci, y “La madonnina” (o “La Madonna de las Calles”) de Roberto Ferruzzi.

Durante el camino. Juan había contado a sus hijos, una vez más, la historia de sus padres y por qué no vivían en Chile. Atsuko y Carlos se casaron por la iglesia en 1957, y durante los años '60 vivieron en Concepción, Chile. Allá criaron a sus hijos Juan y Miguel, y vivieron hasta comienzos de 1975, año en que la familia obtuvo la “beca Pinochet” y debieron emigrar a Japón.

“ Ese día yo estaba en Talca, en la casa de los padres de Clara. Ya había completado la enseñanza media, y pensaba estudiar en la universidad. El padre de Clara me exigió varias condiciones para permitir que yo pololeara con su hija, así que pasé una buena parte de ese verano trabajando para él. ”

“ Fue un día dos de febrero, y ya pensaba en volver a la casa. Entonces, llegó un telegrama a la casa, con el siguiente mensaje: ”

DO RMIRNKRIGNI KOBChUEIC RIVSON SN 8178...

“ Al ver el mensaje supe que era de mis padres, pero como no había descifrado el mensaje mi primera reacción fue viajar a mi casa en Concepción. La casa ya no existía; en su lugar, había una bodega.

“ Para decodificar ese mensaje, había que usar el código morse Japonés; la mayor parte de las letras coincide con una sílaba del silabario japonés, con excepción de los códigos «RM» (テ), «RN» (ン), «RI» (オ) y «GN» (シ), que se diferenciaban del código japonés por el espacio entre letras, y los códigos «DO» y «SN», que marcaban el inicio y find del mensaje. El código «Ch» es una sóla letra en morse, y en código japonés corresponde a la sílaba «コ». Los números al final eran un número telefónico en Kōbe. ”

“ El resultado de descifrar ese mensaje es el siguiente haiku: «デンワオジ ワレハコウベニ オクラレタ» («電話叔父 我は神戸に 送られた»), lo que se puede traducir como «Llamar por teléfono al tío, a nosotros a Kōbe, nos enviaron». Tuvo que pasar un año entero para que yo pudiera descifrar ese mensaje, pero nunca se me va a olvidar. ”

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Ahora estaban adentro, y comenzaría una larga conversación, en la que hablarían largamente de lo que ha pasado con sus vidas durante los últimos diez años.

Carlos Martínez es ahora un biólogo marino con 20 años de experiencia en la vida marina del sur de Japón, y frecuentemente ha viajado a islas periféricas para realizar estudios en terreno, principalmente sobre organismos invertebrados bénticos. Su esposa Atsuko es profesora de secundaria, enseña Biología y Química; su escuela sufrió sólo daños menores, y su gimnasio está siendo usado como albergue; retomó las clases el 23 de Enero.

Los niños fueron el tema más importante que hablaron Juan y Clara, principalmente su desempeño escolar y la personalidad que cada uno había desarrollado. Poco quiso hablar Juan de su irregular desempeño laboral, pero hace mucho tiempo que su madre lo tenía por flojo.

La once consistió de kaiten'yaki (回転焼き), un postre de masa batida que en este caso tenía un relleno sorpresa: pasta de porotos adzuki, crema pastelera, queso derretido o quesillo de chocolate. Para beber, leche.