Eliana: Dime, Rosa. ¿Qué opinas del profesor Salinas?

Rosa: ¿Eh? Bueno, creo que enseña muy distinto a como lo hacían la señorita Matilde, la tatarabuela o tú.

Eliana: Es verdad. Es muy au­toritario...

Eliana: No te invita a pensar, sólo a escu­char y obe­decer. No estoy de a­cuerdo con su escuela.

Rosa: ¿Crees que sea un mal profesor?

Eliana: No, sólo que es muy afe­rrado a sus ideas de co­mo deben ser las cosas. Ide­as en las que simplemente no encajo.

Eliana: Soy demasiado rara, y eso le moles­ta. Que sea inteligen­te, que tenga el pelo largo, que sea tan flaca... Y aún no sabe de mi agilidad.

Eliana: ... ¿Sabes, Rosa? Nunca quise ser un bicho raro. Cuan­do estuvimos en Santiago, Kobe y Sappo­ro, la gente me miraba con la boca abierta. En Tokyo pasé piola, pero sólo porque estaba lleno de gente más rara que yo.

Eliana: ¡Pero no quie­ro esto! ¿Aca­so ser normal implica no destacar en nada?