#410: No fue un sueño esta vez - 2016-05-15

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Talca, 2 de febrero de 1996.

Ya eran más de las tres de la tarde, y el estofado estaba listo en la casa de Lucas Gómez y Ester Poblete. Su hija Clara, sus cuatro nietos y la abuela de Lucas, María Angélica, estaban de visita. Tres de los niños ya estaban en la mesa; Eliana, la tercera de los hermanos, aún dormía.

Aunque afuera estaba caluroso, dentro de la casa la temperatura era agradable, lo cual propiciaba una conversación tranquila, principalmente sobre los planes de María para su casa en Chillán, la cual estuvo abandonada durante varios años. Las reparaciones habían comenzado después de las Fiestas Patrias, y lo que faltaba en ese momento era limpiar, ordenar y redecorar.

Luego de estar un buen rato escuchando entre sueños lo que hablaban principalmente su madre, abuela y tatarabuela, Eliana finalmente despertó. Aún se sentía cansada, ya que el día anterior había realizado un esfuerzo extenuante durante más de tres horas. Al verse en casa de los abuelos y sentir el olor del delicioso almuerzo, se preguntó cuánto tiempo había pasado, pues hay veces en que se ha quedado dormida por varios días.

— Hola.

— ¡Al fin despertaste, Eliana! ¡Ya nos íbamos a ir!

— ¿Qué día es hoy?

— Viernes. Dos de febrero.

— ... No sé si dormí lo suficiente, pero tengo hambre.

— Siéntate, pues. Al tiro te sirvo un plato de estofado.

Doña Ester se levantó de su asiento y le sirvió a Eliana un plato grande. Normalmente Eliana no podría comérselo, pero esta vez lo necesitaba, y se tomó el tiempo necesario para comerse todo su estofado.

— Dime, Eliana... ¿Soñaste algo?

— Ah, sí... no sé si debería contarles, porque fue un sueño muy absurdo, aunque... parecía tan real...

— Cuéntanos, Eliana.

— ... Pues, soñé que me quedaba dormida en un asiento, en la estación de trenes de Constitución... y cuando desperté, el tren ya se había ido... sin mi.

Todos se miraron a las caras. ¿En verdad Eliana pensaba que todo había sido un sueño?

— Eliana, este...

— Bueno, me despertó el guardia... me dijo que el tren había salido hace quince minutos... y corrí tras del tren, pensando que lo podría alcanzar...

— ¿... Y lo alcanzaste?

— Sí... cuando ya iba llegando acá a Talca. Imagínense correr tanto rato para que...

Hugo sacó de su mochila una fotografía instantánea que había sacado el día de ayer. Eliana aparecía corriendo al lado del tren, bajando la velocidad antes de salir de la línea férrea y salir a la calle Once Oriente.

Eliana observó la fotografía, incrédula y ofuscada.

— ... Esto no es cierto. — dijo Eliana.

— Eliana... sí, es cierto. Cuando nosotros subimos al tren...

Todos entonces miraron a la tatarabuela.

— ... Creí que te tomaba en brazos y que te había sentado a al lado mío... pero no eras tú, era un mono de peluche que un niño había dejado al lado tuyo...

Eliana se puso bizca.

— ¡Estaba adormilada! ¡Me equivoqué!

— ... Tómame en brazos. ¿Crees que peso lo mismo que un mono de peluche?

María hizo caso.

— ... No sé cómo no me di cuenta. El mono de peluche... es mucho más blandito que tú.

— Ja, ja. Bueno, no importa. Ya estoy aquí... aunque hay algo que no... o quizás sí...

Eliana pensó por un momento, mientras los demás la miraban con preocupación.

— Está bien, creo que lo mejor es intentarlo para salir de toda duda. Denme quince minutos.

Eliana demoró diez minutos, y luego llamó a la familia al patio de atrás. Al salir, no la encontraron.

— ¿Eliana? ¿Dónde estás?

— Aquí arriba. Así fue cómo llegué a Talca.

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