#454: Noticias para Mamá - 2020-04-01
Al bajarse del bus en Talca, Hugo y Pedro notaron que Eliana se tapaba los ojos cuando pasaban por un lugar soleado.
— ¿Sucede algo, Eliana? — le preguntó Pedro.
— No sé, como que está demasiado iluminado el día, me molestan los ojos.
— ¿Ves bien? — le dijo Hugo.
— En la sombra veo perfecto. Es la luz que me molesta. ¿A ustedes no les molesta?
— No, a mi no, para mí está todo normal.
— Lo mismo digo, aunque no tengo buena vista.
— Soy yo, entonces. La verdad es que siento esto desde cuando volvimos a Chillán. En la mañana cuando salió el sol me encandiló mucho.
— ¿Te habrá pasado algo cuando estuviste volando de noche?
— … ahora que lo dices, hacía un frío de muerte allá arriba. ¡Ay, ojalá no sea algo grave! ¡No puedo ver nada con tanta luz ahora!
— Mientras veas bien en la sombra…
Luego de comprar un helado, tomaron el tren. Al llegar al pueblo, el cielo estaba cubierto, y Eliana podía ver bien. Entonces, Pedro notó que Hugo y Eliana caminaban más lento de lo habitual.
— ¿Pasa algo? — dijo, pero al verlos supo por qué. — ¡Oigan, no! ¡Vamos rápido a la casa! ¡Vamos a hablar con Mamá, vamos a decirle la verdad, todo lo que pasó allá, y vamos a ir con la cabeza en alto! ¡Fue un accidente! ¿Ok? ¡No tengan miedo! ¡Vamos!
Hugo y Eliana apuraron el paso, pero no cambiaron la cara. Tenían mucho miedo, y estaban molestos. Eliana siempre supo que algo así podía pasar, y Hugo se retractó al darse cuenta de los riesgos, pero no fueron escuchados. Y Pedro los acusaba de cobardes; si él hubiese intervenido, habrían sido mayoría, Rosa y María no podrían continuar solas. Pero él las apoyó.
Al llegar, encontraron la casa pintada y la puerta abierta. Doña Clara estaba sentada en el sillón, vestida completamente de negro. Entraron despacio, y su madre los miró con una expresión indescifrable.
— Hola Mamá. — Pedro fue el primero en romper el hielo. Doña Clara lo miró fijamente, sin cambiar su expresión.
— Hola niños. Se acuerdan de lo que les dije, ¿cierto?
— … Sí Mamá.
— ¿Y bien? ¿Dónde está Rosa?
— … Está en casa de la tatarabuela…
— ¿Ya? ¿Y por qué no se vino con ustedes? ¿Le pasó algo?
— Nos mandó una carta, quiere que la leas.
— No, no. Que me diga lo que me tiene que decir en la cara. Porque esta viva, ¿cierto? Si no, no estarían aquí.
— … Sí, Rosa está viva.
— ¡Muy bien! Supongo que me puse este vestido por nada. Ahora díganme. Ustedes. QUÉ. LE. PASÓ.
— … Sufrió una caída desde una gran altura…
— … a un estanque congelado en el fondo de una quebrada en la montaña.
— Ah, se hizo mierda… lástima, tan bonita que era. No sé si podré soportar ver cómo quedó.
— … En realidad, se fracturó un brazo y una pierna…
— … y perdió mucha sangre…
— … pero los doctores dicen que la sacó barata…
— ¡Sí! ¡Pudo haber sido mucho peor!
— … de todos modos, tuve que ir a buscar un helicóptero para llevarla al Hospital.
— … ahora está fuera de peligro, enyesada e inmobilizada.
— … Rosa volverá a casa a fines de marzo.
— Qué bueno saberlo. ¿Hay algo más que debería saber?
— … Creo que no, Mamá.
— Bien… Sólo una cosa, Eliana. ¿Cómo fuiste a buscar el helicóptero? ¿A pie o volando?
— Volando. El lugar es una quebrada de difícil acceso. Además, había viento del sur, lo cual me ayudó a llegar más rápido a donde el guardabosques.
— Muy bien, Eliana. Imagínate qué hubiera pasado si tú no hubieras ido. Porque yo sé que no querías ir.
— Eso es verdad. Quizás Hugo y Pedro habrían intentado trasladar a Rosa…
— Y no habrían alcanzado a llegar. — Clara dijo. Los tres hermanos temblaron. — ¿Y saben que habría pasado?
— … Rosa habría muerto en el camino. — Pedro respondió, encogiéndose de hombros.
— ¡Bingo! ¡Y allá tendrían que quedarse porque yo no les vuelvo a abrir la puerta de mi casa! ¿No ven?
Nadie respondió.
— ¡Esa vieja está loca! ¡Está senil! ¡Y ustedes confiaron en ella! ¡No me hicieron caso, y ahí tienen las consecuencias! ¿No que Rosa quería ir a ver la nieve?
Clara tomó un tomate de la mesa, y lo arrojó contra el piso.
— ¡Paf! ¡Toma nieve, pues! ¡Rosa tiene su merecido! ¡Espérense cuando ella llegue, porque la voy a subir y a bajar! Así que ahora váyanse a su pieza. Están castigados. Recen para que Rosa se recupere.