Eliana: Si tuviéramos un teléfono portátil, como el de los abuelos en Japón, sería cosa de llamar y vendrían a buscarnos.

Eliana: Pero no, somos una familia pobre de un pueblo olvidado de un país subdesarrollado. No tenemos acceso a esos lujos.

Eliana: No estoy aleteando. El frío viento que viene desde el sur me lleva como a una hoja. Me llega a dar flojera…

Eliana: ¡No, no puedo relajarme! ¡Debo seguir como sea, aunque esté agotada!

Eliana: ¡Si me quedo dormida será el fin! ¡Moriré hecha pedazos sobre las rocas! ¡Y Rosa también morirá si no llego con ayuda! ¡Pero no puedo más! ¡¡¡NOOOO!!!

Eliana: … Vaya, ya estoy muy cerca. Jee… jee… Aunque, como siempre, gané demasiada altura… Bajar de aquí será una ver­dadera hazaña… Oh, Dios.