#452: Operación de rescate - 2020-02-24

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Cuando se le pasó el mareo que le dio por su descenso en espiral, Eliana se puso de pie y comenzó a golpear la puerta de la cabaña del guardaparques, que aún tenía sus luces encendidas. Dentro de la cabaña, dos carabineros conversaban con el guardaparques; uno de ellos abrió la puerta a Eliana.

— ¡Vaya, una niña pequeña! ¿Qué sucede? ¿Estás perdida? ¿Qué haces en este lugar?

— ¡Mi hermana, señor! ¡Tuvo un accidente, y creo que se fracturó algunos huesos!

— ¿Dónde está tu hermana?

— Encontramos refugio en una cueva en la montaña. ¿Es de ustedes el helicóptero? ¡Yo puedo guiarlos allá!

— Arriba en la montaña. En serio. — el carabinero dudó de las palabras de Eliana.

— Si tienes escarcha en el cabello, debe ser bien arriba. — el otro policía notó — La isoterma cero está a más de 2000 metros de altura.

— ¡Sí! ¡Y necesitamos ir ahora, es una emergencia!

— Está bien. Vamos. Yo soy el piloto del helicóptero.

Entonces, sin más demora, Eliana y los carabineros caminaron hacia donde estaba el helicóptero de Carabineros, curiosamente estacionado a un costado de la cabaña. Antes de emprender el vuelo, Eliana apuntó insistentemente hacia la cima de la Sierra Velluda.

El helicóptero ganó rápidamente altura, y se desplazó hacia la dirección indicada por Eliana. El piloto no podía creer que las precisas indicaciones de la niña lo llevaran hacia un lugar que consideraba de muy difícil acceso.

— Lo que más me sorprende es que hayas logrado encontrar el camino a la cabaña desde allá arriba, en la oscuridad de la noche.

— Si les dijera cómo me vine, no me creerían. De todos modos, yo traía estas linternas, aunque no me ayudaron mucho.

— ¿Cuánto te demoraste?

— Tampoco me creerían. Ahora hay que cruzar esa parte empinada.

— ¡Pero no hay camino hacia allá!

— Sí lo hay. Es un secreto de mi tatarabuela. Ella nos trajo hasta ese lugar.

— ¿Dijiste “tatarabuela”? ¿Cuántos años tiene?

— 102. Pero no me creerías si la vieras. Está en excelente estado físico.

— Pues debe ser la andinista más vieja del mundo. ¿Y quién más está allá, aparte de ella y tu hermana?

— Dos hermanos. El mayor tiene 16, el menor tiene 10, y mi hermana tiene 14.

— ¿Y tú, cuántos años tienes?

— 12.

— Pues pareces de 8 o 9 años. ¿Son todos así en tu familia?

— No, mis hermanos demuestran más o menos la misma edad que tienen.

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Pronto, ya muy cerca de la cima, el piloto divisó un cañón que no conocía antes, y que no aparecía en sus mapas. En una saliente del cañón se veía una fogata, y un adolescente estiraba sus brazos para llamar la atención del helicóptero.

Rosa yacía tendida en el hielo, despierta pero impávida. Pedro caminó desde dentro de la cueva, y se unió a Hugo en su aleteo.

El rescatista descendió usando una escalera, con una camilla. Eliana lo siguió.

— ¡Qué bien! ¡Llegaron pronto! — dijo Hugo.

— ¿Cómo estás, Rosa?

Rosa miró a Eliana, pero no contestó.

— Al menos pudimos detener la hemorragia. Rosa está muy débil. La tatarabuela está dentro de la cueva, durmiendo.

— Voy a despertarla. Ayuda al rescatista por favor.

María ya había despertado con el ruido del helicóptero. El rescatista entró a la cueva a dar un vistazo.

— ¿Ese es todo su equipaje?

— Sí, mochilas y sacos de dormir.

— Sí, caben todos en el helicóptero. Van a subir de a uno por la escalera.

Rosa, en camilla, fue la primera en ser alzada, y Hugo fue el último en subir.

Tras la insistencia de María, decidieron emprender vuelo directamente hacia el hospital de Chillán, aunque Los Ángeles quedaba más cerca.