#381: Hora de almuerzo - 2015-08-12

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En la cocina, un almuerzo para tres, enfriándose hace varios minutos, esperaba la llegada de los dos comensales faltantes. Esta vez doña Clara no quiso complicarse e hizo una rica cazuela de pollo.

En la radio, las noticias, esta vez de las discusiones en curso sobre una nueva Reforma Tributaria, con los planteamientos del senador Sebastián Piñera (Renovación Nacional) y el senador Carlos Ominami (Socialista), versus las observaciones del ministro de Hacienda Eduardo Aninat.

En el taller, la cama que estuvo usando María Angélica Sepúlveda, y que lleva más de una semana abandonada. Junto a ella, de pie y sin batería, S.A.P.O.C.O.P. aguarda en silencio las órdenes de Eliana.

En los tejados, Mimí, haciéndo vida social con los gatos del vecindario. Más de algún gato ha intentado insinuársele durante los últimos meses, sin éxito. De repente Mimí se escapa a la playa a cazar peces; ahora es una buena nadadora.

En el patio trasero de la casa, de unos cordeles cuelga el uniforme escolar de los cuatro chicos. Cuando todos los hermanos son del mismo sexo y tienen contexturas similares es común que los hermanos menores hereden el uniforme de los mayores, pero no es el caso aquí. Pedro, seis años menor que Hugo y con una contextura mucho más gruesa, no aceptaría usar ropa tan antigua, mientras que Eliana usa la misma talla que hace cuatro años atrás.

En su pequeño "kiosco", ansiosa, espera doña Clara. Poco tiene que hacer de las cosas de la casa: la casa está reluciente, las cuentas están pagadas, la ropa está limpia, la comida está hecha y hay poca clientela. Gracias a los aportes de su hija Eliana, Doña Clara ha logrado expandir su oferta de abarrotes, aunque lo que más se vende son empanadas, queques, tortas y otras preparaciones de repostería.

- “ ¡Qué aburrimiento! ” - pensaba doña Clara - “ Estoy tan acostumbrada de tener la casa llena de niños que, ahora que no están, me siento tan sola. ¡Ay, Juanito, ya deberías estar por llegar! ¡Apúrate! ”

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Un camión se estaciona frente a la casa de la familia Martínez Gómez, y dos hombres se bajan para sacar una máquina congeladora para helados. Doña Clara se levanta de su asiento con justificada molestia.

- “ ¿No que iban a llegar el jueves? ”

- “ Tuvimos un problema de stock. Para compensarle por las molestias, le ofrecemos devolverle el 10% de descuento de su compra. ”

- “ ... Está bien, acepto. Ojalá venga buena esta vez, ya que es la tercera vez que la reemplazan. ”

- “ No se preocupe. Ya resolvimos ese problema. Le aseguro que esta máquina no tiene las fallas que tenían las otras. ”

- “ Esperemos que sea así, o buscaré otro proveedor. ”

Doña Clara hace más de un mes que quería comenzar a vender helados; ya tenía la autorización sanitaria y la ampliación de patente municipal, pero las máquinas presentaron desperfectos que le hicieron perder alrededor de veinte mil pesos en helados.


Bajo un sol que asomaba por entre las nubes frecuentes durante las mañanas en la costa central, Pedro y sus amigos ya estaban cansados de jugar toda la mañana en el cerro donde siempre se juntaban. A Pedro le gustaba salir a hacer ejercicio temprano en la mañana, y fue él quién inculcó a sus amigos la idea de salir temprano a jugar. Muchos de sus compañeros de escuela dormían hasta tarde durante el verano, pero ellos preferían la mañana a la noche.

Poco después de las dos de la tarde, Eduardo llegó al cerro, y encontró a los niños sentados en un círculo, conversando entre ellos.

- “ ¡José! ¡Paola! ¡A almorzar! ”

Paola ya era prácticamente de la casa; lo mismo José en casa de Paola. Mucho bromeaban los demás con este pololeo de niños de diez años que, como muchos de los pololeos entre sus amigos y amigas mayores, había surgido prácticamente de la nada. De todos modos, el récord entre los amigos de Pedro lo ostentaban Pablo Lillo y Javiera López, quienes ya desde tercero básico se iban juntos todos los días ida y vuelta entre la casa y la escuela.

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Eduardo los miraba con mucha envidia, ya que no entendía cómo, con tanta naturalidad, su hermano menor pasó a ser más que amigos con esta niñita de piel morena. A él le gustaba una niña de nombre impronunciable y apariencia oriental, con la que pocas veces se había encontrado. Ni siquiera eran amigos, pero Eduardo ya no podía pensar más que en ella.

A Diego pronto lo vendría a pasar a buscar su hermana Blanca, y en ese momento los demás decidieron irse a sus casas por su propia cuenta. Pedro y Antonio acompañaron a Diego y Blanca pues coincidían en el camino más cercano a sus casas.

Blanca odia los meses entre noviembre y marzo, ya que su delicada piel albina es muy sensible a la radiación solar, por lo que debe vestirse siempre de manga larga. Su vestido largo y de punta en blanco llamó la atención de los chicos; aunque Blanca era muy tímida y no le gustaba que le preguntaran sobre su problema, de todos modos decidió contestar sus preguntas.

- “ Niños. Les voy a contar un secreto, pero no quiero que le cuenten a nadie. ¿Me prometen? ”

- “ Lo prometemos. Cuéntanos, Blanca. ”

- “ Bueno, este... la verdad, no soy completamente albina. Tengo algunas manchas oscuras en ciertas partes de mi piel, en mis piernas, en mi vientre, en mi espalda. Me da mucha vergüenza, por eso no he ido nunca a la playa, no quiero que nadie me vea así. Además que soy muy sensible a la luz del sol, no me gusta salir de la casa. ”

Los niños se asombraron y sintieron compasión de Blanca. La quedaron mirando sin poder decir nada.

- “ Lo bueno de esto es que... verán, los albinos usualmente tienen problemas a la vista, muchos van perdiendo la vista paulatinamente hasta quedar ciegos. Yo, en cambio, tengo buena vista en mi ojo izquierdo, y sólo tengo un leve problemas en mi ojo derecho. Mi oftalmólogo me dijo que nunca voy a quedar ciega del todo, aunque de todos modos tengo que chequearme periódicamente. Algo es algo, ¿no creen? ”

Los niños sonrieron y asintieron con la cabeza. Para ellos, Blanca era una chica muy bella, completamente fuera de lo común, y estaban fascinados con su presencia, lo cual incomodaba mucho a Diego.

- “ A veces sueño con que soy una chica normal, de piel morena como mi hermano, como mi padre y como mi madre. A veces siento que la persona que veo en el espejo no soy yo, que es otra persona. No me gusta ser albina, no quiero ser así... pero es algo con lo que tendré que vivir toda mi vida. ”

Con eso Blanca volvió a borrar la sonrisa de la boca de los niños. Era difícil para ellos aceptar que lo que ellos en algún momento vieron como una bendición fuera en realidad una cruz que Blanca tenía que cargar...

Pedro fue el primero en cambiar el tema, tras un momento de incómodo silencio.

- “ Blanca, ya que no te gusta salir... ¿qué haces durante el verano? ¿Tienes algún pasatiempo? ”

Blanca se sonrojó. Era la primera vez que alguien fuera de su familia mostraba tanto interés en ella, aparte de un consejo que le dio Carlos durante su encuesta. En su curso ella no hablaba con nadie, y prácticamente no tenía amigos, sólo admiradores.

- “ Bueno, este... me gusta leer... y escuchar música. ”

- “ ¿Qué tipo de música? ”

- “ ... principalmente música romántica, latina... la radio que más escucho es la Radio Aurora. ”

- “ ¡Mi hermana Rosa también escucha esa misma radio! ¡Esa es música para mujeres adultas, no para jóvenes como tú! ”

- “ ¿Qué tienes contra esa radio, Pedro? ”

- “ ¿¡Tú también la escuchas, Diego!? ¡JAJAJAJAJA! ”

Antonio también largó a reir, lo cual indignó a Diego.

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- “ ¡Oigan! ¡Se nota que son cabros chicos! ¡Apuesto que ni se saben las letras de las canciones que escuchan! ”

- “ ¡No, pero nosotros escuchamos música para pasarla bien, no para cortarnos las venas! ”

- “ ¿De qué hablas, Pedro? ¡También transmiten música alegre, bailable! ¡Y no es la única radio que yo escucho, también escucho la Rock & Pop, la Carolina y la Universo! ”

Pedro dejó de reírse. Había algo que él no sabía sobre la radio Aurora. En realidad es absurdo pretenderse conocedor del espectro radial a tan temprana edad.

- “ ... pues que yo sepa Rosa nunca escucha esa clase de música. ”

- “ Bueno, quizás Rosa sea más cebollenta, pero Blanca no es así, y yo definitivamente no soy así. ”

Dicho esto, Diego y Blanca entraron a su casa, sin despedirse, aunque Blanca lanzó una mirada de tristeza hacia Pedro.

- “ Ups. ” - dijo Antonio.

- “ No sé, Antonio. ” - respondió Pedro - ” Todavía mantengo mi opinión de que la radio Aurora es principalmente para público femenino. ”

- “ Cierto. Pero no sé si hacer enojar a Diego así... ”

- “ Diego se enoja por todo, Antonio. No es igual que nosotros. Entre nosotros nos contamos chistes y nos tiramos tallas todo el tiempo, siempre en buena, siempre nos reímos de nosotros mismos. Pero él no, se enoja, se amurra. ”

- “ Igual que la Ángela. Se toman todo en serio, se ofenden, se sienten... ¿No crees que son el uno para el otro? ”

- “ ¿Diego y Ángela? ¡Jajaja! No creo que eso suceda, Antonio. Ángela es muy matea, merece algo mejor. ”

- “ ... Cierto. ”

En eso, los niños se encuentran con don Juan, quién acaba de salir del trabajo. Los sábados trabaja medio día, para completar un total de 45 horas semanales.

- “ Este... bueno, Pedro. Nos vemos mañana. ¡Chao! ”

- “ ¡Chao Antonio! ¡Hola papá! ”

- “ ¡Hola Pedro! ¿Vas para la casa? ”

- “ ¡Sí, estuvimos jugando toda la mañana! ”

- “ ¡Y dejaste sola a Clara en la casa! ”

- “ ¿No estaba Rosa con ella? ”

- “ ¡No, po'! ¡Rosa se fue a Chanco con sus compañeros de curso! ”

- “ ... ¡Chuuu! ¡Lo había olvidado! ”

- “ ¡Ya, vamos rápido a la casa, que seguro que nos está esperando con almuerzo hecho! ”

En efecto, doña Clara a esa hora ya se sentía triste, porque no estaba acostumbrada a estar sola. En cuanto los vio corrió a poner la comida a calentar, y luego los recibió con un beso y un fuerte abrazo.


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- “ Disculpe, señorita. ” - un guardia detuvo a Eliana en la entrada a un museo.

- “ ¿Sí? ”

- “ No puede ingresar con bultos al museo. Debe dejar eso en custodia. ”

- “ No puedo, señor guardia. ”

- “ ¿Por qué no, señorita? A ver, muéstreme lo que lleva ahí. ”

En realidad, lo único que llevaba Eliana a la espalda era su larga cabellera, oculta parcialmente dentro de una mochila en un intento de no llamar la atención. Y ahora tendría que mostrarla en todo su esplendor para la satisfacción del guardia de seguridad.

- “ ¡Guau! ¡Vaya que tiene el cabello muy largo, señorita! ¿Es lo único que lleva en la mochila? ”

- “ Sí, señor. ”

- “ Bueno, está bien. Pase. ”

- “ Gracias. ”

Eliana tenía varios lugares que visitar, y ya eran más de las tres de la tarde, así que sus visitas fueron cada vez más cortas. Ya no podía dejar de utilizar su velocidad casi sobrehumana para recorrer rápidamente las exposiciones sin perderse nada. Fue sorprendente para el guardia ver que la niña de cabello largo sólo había demorado un par de minutos en visitar por completo el museo chileno de arte precolombino.

Luego de eso, Eliana decidió buscar un lugar para almorzar. El portal Fernández Concha era lo más cercano, pero la comida del lugar no llamó su atención. Bueno, existía el Chez Henry... pero no, quizás cuando sea profesional y tenga un sueldo acorde.

En realidad, Eliana, viniendo de una familia pobre de un pueblo insignificante, aún no conocía el valor del dinero, a pesar de que ya sabía ganarlo. Un vistazo al menú y a los platos que degustaban los que comían en aquel famoso restaurant del centro de Santiago fue suficiente para ponerla en su lugar. Ella no quería comer locos ni caracoles, ella no quería pagar cinco, diez mil pesos o más por un almuerzo que no cabría en su diminuto estómago y que su inexperto paladar no sabría disfrutar.

Eliana necesitaba algo a su medida.

De un salto desapareció de entre la multitud que la rodeaba, y en un segundo ya estaba en lo alto del edificio donde estaba ubicado el restaurant. En menos de un minuto ya estaba sobre el tejado del Mercado Central, el cual miró de reojo para encontrase con un espectáculo para ella no muy distinto. Bajó a la calzada y caminó con velocidad relativamente normal hasta un local de calle Puente, donde compró pan, queso y jugo de frutas. Cerca de ahí se compró un par de plátanos. Luego volvió a desaparecer, para avanzar rápidamente sobre la azotea de los edificios del centro de Santiago, y llegó al cerro Santa Lucía, donde se sentó para comer y descansar un poco.

- “ ¿A dónde iré ahora? ” - se preguntó - “ Ya recorrí todo el centro, el parque O'Higgins, el palacio Cousiño, el palacio La Alhambra, la gruta de Lourdes, la Quinta Normal, la Universidad de Santiago y todos los museos que encontré a mi paso. Podría pasar por la Universidad Católica, el barrio Lastarria, el barrio Bellavista, el cerro San Cristóbal, luego por Providencia... ”

Eliana miró su reloj. Tres y media.

- “ ... o lo que alcance a hacer antes de que anochezca. Mi bus se va en seis horas. ”