María: Por cierto, ¿Cómo subiste, sin cuerdas ni nada? ¡Estoy segura que no había camino!

Rosa: Creo que la avalancha abrió un camino, ya que vi unas salientes que no sé si estaban antes, aunque de todos modos fue difícil, y en algunas partes tuve que saltar.

María: Increíble. Veo que sí te sirvió subir los cerros con Eliana.

Rosa: Bueno, sí… es que yo estaba muy gorda…

Rosa: Disculpen, creo que será mejor hablar en otra ocasión. También me costó mucho salir del agua, fueron varias horas tratando de romper el hielo, más todo lo que tuve que trepar… ¡No doy más! ¡Me muero de sueño!

Rosa: ¡Imposible! ¡No puedo sacar mi saco de dormir! ¡Está todo congelado dentro de mi mochila, y el cierre no abre!

Rosa: ¿Y si después te da sueño?

Eliana: No te preocupes por mí. Por último, dormi­ré sobre mi cabello.

Rosa: ¡Pero te puedes enfermar! ¡Y estoy toda mojada!

Eliana: ¡No! ¡Tranquilízate! Preocúpate de dormir ahora, descansa todo lo que necesites. Porque cuando despiertes, nos iremos de aquí. No seguiremos tentando a la suerte.

Rosa: Pucha…

Eliana: … Y me dio sueño de nuevo… Además, se hizo de noche, y hace un frío infernal.

Eliana: ¡Preferiría enterrar­me en la nieve, Hugo! ¡Guácala! ¡No sé cómo Carola te aguanta!

Eliana: ¡OH, NO!