#383: Jugadores - 2015-08-26

Ya eran más de las tres de la tarde, y el calor se empezó a sentir en su mayor intensidad del día. En Chanco harían 24 grados, una temperatura bastante agradable para la mayoría.

No había mucha razón para alejarse de la piscina y las sillas de playa; claramente le faltaba mucho a ese lugar para ser atractivo para visitantes veraniegos. Tampoco había mucho tiempo; pronto todo terminaría y se irían de ese lugar, para nunca volver. Algunos trataban de aprovechar el tiempo lo más posible; otros ya no hallaban la hora de irse.

Cuando el profesor Muñoz quiso organizar este viaje, quería romper una dinámica que había observado entre sus alumnos; ahora ya se había rendido, ya no quería meterse en las relaciones entre ellos. Además, el próximo año estaría a cargo de otro curso, un nuevo quinto básico.

Esta dinámica se centraba en dos grupos principales: uno de ellos centrado en Catalina y Javiera, y el otro centrado en Emilia y Judith; un tercer grupo se estaba formando alrededor de Rodolfo y Marcela. La idea del profesor era que los alumnos de ambos grupos se conocieran mejor entre ellos y además integraran a los alumnos que estaban más a la periferia. Sin embargo, la dinámica de grupo siguió presente, en los equipos que los hombres formaron al jugar a la pelota, en las parejas de taca-taca, en los asientos que los alumnos tomaron en la mesa durante el desayuno y almuerzo y en el bus, en el uso de las sillas de playa, etc., etc.

Pronto, el profesor se daría cuenta que esa dinámica obedecía a la personalidad de los mismos alumnos, a las percepciones que cada uno tenía del resto, en la química que había entre ellos. Era una situación de equilibrio que él no podría ni debía romper.


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La mesa de billar, de la que el profesor nunca le contó a los niños pues sus parientes la estaban usando en la mañana, ahora estaba vacía, oculta tras una puerta que nadie había osado abrir. José Vásquez fue el primer curioso en abrirla, y al descubrir lo que había en ese cuarto invitó a tres de sus compañeros: Li Xiaoshang, Rodolfo Hahn y Marcela Kahn.

- “ ¿Nos quieres desafiar, José? ” - dijo Rodolfo - “ Quiero que sepas que nosotros tenemos una mesa de pool en la casa, y que mis primas y yo somos muy buenos. ”

- “ Yo también tengo una mesa en mi casa. ” - dijo Li Xiaoshang - “ A mi mamá y mi abuela les encanta jugar, y jugamos todos los sábados. ”

- “ Oooh... Vaya sorpresa... Supongo que será más entretenido así. La verdad, yo no tengo mucha práctica, ya que sólo puedo jugar cuando vamos a la casa de mis abuelos en Chillán. Aunque la última vez le di una paliza a mi hermano... ¡Sí, juguemos! ”

En eso se encontraron con Lucio Gómez, quién venía del baño.

- “ ¿Qué onda, ‘Rudolf’? ” - preguntó Lucio.

- “ Vamos a jugar ‘pool’. ¿Juegas? ”

- “ No, gracias. Tengo pésima puntería. Voy a mirar un rato, eso sí. ”

- “ Como quieras. ”


Alonso estaba solo a un lado de la piscina. A él le molestó la pregunta de Judith ya que, aunque hace tiempo que no lo molestaban con las chicas que antes le gustaban, aún no había podido superar las múltiples veces que fue rechazado. Sí, él era un chico enamoradizo, pero eso no era asunto de nadie. Además, Judith era su amiga, se supone que ella lo apoyaba, no lo iba a molestar así. Ella sabía muchos de sus secretos y lo consoló varias veces, pero ahora había tomado a chiste algo que para él era muy serio.

No, entre Alonso y Judith nunca fueron más que amigos. A Judith en particular le gustaba un chico que había visto pocas veces, un chico alto, delgado, moreno y que siempre andaba corriendo. Aparentemente no era de la misma escuela, pero vivía cerca de la casa de Judith. Alonso lo sabía, pero no andaba molestando a Judith con eso. Y no lo iba a hacer; eso sería ponerse en el mismo nivel de la...

- “ ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Sí, eso es lo que eres! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Ya no eres mi amiga, Judith! ¡Eres igual que todos, que todas! ¡Nadie entiende mis sentimientos! ¡Todos se burlan, incluso tú! ¡Ya no puedo confiar en ti! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ¡Traidora! ”

El sonido de un chapuzón cortó su mantra y el agua que salpicó sobre él enfrió su cabeza. Al abrir sus ojos vio la cabeza de Rosa sobresalir del agua. Entonces se acordó de que la niña de sexto básico que había hecho de profesora de Matemáticas durante abril de ese año era su hermana.

- “ Rosa... ¿Tienes un momento? ”

Rosa miró a su alrededor, confundida. Era la primera vez que Alonso le había dirigido la palabra en mucho tiempo.

- “ ¿Sí? ”

- “ ¿Podría hablar un minuto contigo? ”

- “ ... Supongo. Salgo altiro del agua. ”

Para Alonso, Rosa era una persona ‘especial’, una chica muy distinta al resto, tierna y admirable pero también infantil y sin mucho encanto. Aunque no era asunto suyo, y no se lo diría jamás, sabía que ella estaba perdiendo su tiempo enamorada de Rafael. En realidad él sabía mucho sobre sus compañeras y las niñas de gran parte de la jornada de la mañana, sabía quién estaba pololeando y quién no... Si Alonso Zúñiga y Carlos Mansilla fueran amigos, este último no habría hecho su encuesta.

Alonso llevó a Rosa a un pasillo cerca de las duchas, lejos de los demás.

- “ ¿Y? ” - preguntó Rosa, un tanto nerviosa.

- “ Dime, Rosa... ” - respondió Alonso - “ ¿Tú conoces a las niñas del sexto A? ”

- “ ... A algunas que son amigas de mi hermana. ¿Por? ¿Es sobre la niña que dijiste? ”

- “ Es que... no sé mucho sobre ella. Siempre la veo, pero no me he atrevido a acercarme a ella... ”

Alonso hizo una pausa, y se puso muy nervioso.

- “ ... Es la pelirroja. ¿La conoces? ¿Sabes cómo se llama? ”

Rosa suspiró. Tendría que dar malas noticias.

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- “ Sí, se llama Luz Vergara... y mejor olvídate de ella. Mi hermano me dijo que ya hay un chico que le gusta. Además... una chica así seguro debe tener muchos pretendientes. ¿No crees? ”

- “ ¿No que tu hermano está pololeando? ”

- “ Tengo dos hermanos. Pedro tiene 10 años, pero le gustan las chicas mayores. A Luz la dejó tranquila, y te sugiero que hagas lo mismo. Si no, bueno, ponte a la cola. Y comienza a practicar tu karate, que no estás en buena forma. ”

A Alonso le sorprendió la franca respuesta de Rosa. Hasta ese momento, Alonso, el enamoradizo por las chicas bonitas, no había pensado en su condición física como manera de atraerlas. No se le había pasado por la cabeza, que para tener a una chica que le guste él también tenía que gustarle a la chica de la misma manera.

- “ ... No estoy en buena forma... vaya, es verdad... creo que he estado pidiendo demasiado... este... ¿Pero por qué ‘karate’? ”

- “ Mi hermano chico ya es cinturón verde. Es muy bueno, y además muy fuerte. ”

- “ Vaya... ¿tú también practicas karate? ”

- “ No, yo no. Estuve un tiempo practicando con mis hermanos... pero es que se me pasa la mano, no controlo bien mi fuerza... además que no me gusta. Prefiero mantenerme en forma de manera más pacífica, más segura. ”

Alonso entonces le dio un vistazo a las piernas de Rosa... sí, eran unas piernas muy fuertes. Al lado de ella, Alonso se sentía un pobre debilucho, un indefenso que estaba muy lejos de ser el hombre de los sueños de alguna de las chicas de su rango de edad.

- “ Bueno. Gracias por tu tiempo. Creo que voy a meterme a la piscina un rato. ”

Antes de zambullirse, Alonso dio un vistazo a su alrededor. Arnoldo, Fulvio, Agustín, Rafael... estaban en mejor estado físico. Pablo estaba en un estado similar al suyo, pero a Alonso no le gustaban las gordas. Si quería algo mejor, tendría que hacer más ejercicio... horror.