#384: Plazo vencido - 2015-09-08

Y llegó la hora de irse. Algunos más tristes que otros, algunos aliviados y otros decepcionados. Muchas emociones hubo en ese momento, cuando el profesor les recordó la hora anunciada.

Durante la mañana, en la radio sonaban bandas chilenas como Lucybell y Los Tres, y argentinas como Soda Stereo y Los Enanitos Verdes. A mediodía sonaban La Pozze Latina y Los Tetas, junto con Beastie Boys, Kris Kross, Cypress Hill y Dr. Dre. Ahora sonaban bandas como Nirvana, Collective Soul, Candlebox y Pearl Jam.

En la sala de billar, Rodolfo Hahn y Li Xiaoshang buscaban el desempate, punto a punto. Marcela Kahn y José Vásquez ya habían desistido, y Lucio Gómez ya estaba de vuelta en la piscina, luego de perder una partida de ajedrez contra Rafael Jiménez.

Rafael estaba en racha. Emilia Riquelme, Soledad Álvarez y Fulvio del Valle ya habían sido derrotados. Sin más desafiantes, decidió él mismo ir a buscar a la china para definir quién era el más capo. Rosa observaba las partidas desde la distancia.


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- " ¿Una partida, Rosa? " - Rafael le ofreció una oportunidad a Rosa, aunque ya sabía la respuesta:

- " Err... no, soy muy mala para esta clase de juegos. Lo siento. "

- " Qué pena. " - dijo Rafael, con una expresión completamente carente de emoción alguna, y siguió su ruta hacia la sala de billar.

Rosa se sumirgió dentro de la piscina... y estuvo a punto de darse de cabezazos contra ella, lo cual fue evitado por la resistencia del agua. Se sentía tonta, inútil, incapaz de romper el hielo. Hasta séptimo básico, Rosa era de las mejores del curso; este año apenas pudo pasar. ¿Era tan importante para Rafael estar con una chica inteligente? ¿Y qué había pasado con ella misma que ya no estaba a su altura?

Rafael volvió de la sala de billar, junto con Marcela y José. Habían empezado una nueva partida. Estaban demasiado metidos en el juego para pensar en otra cosa. Rosa vio que Rafael se acercaba a la piscina justo cuando ella sacaba la cabeza.

- " Si quieres te enseño. " - le dijo Rafael.

Pero qué podría aprender Rosa en la media hora que quedaba antes de irse. Ya Hugo, Eliana y Pedro habían intentado infructuosamente acercar a Rosa al maravilloso mundo del ajedrez. Rosa sabía cómo mover las piezas... pero lo que le faltaba no era muy enseñable.

De todos modos lo intentaron. Rafael le explicó algunas cosas que vio en los últimos juegos, y juntos repasaron algunas aperturas clásicas. Después comenzaron... pero no tiene caso que les cuente siquiera sobre el juego. Rosa no entendió las jugadas de Rafael hasta que fue demasiado tarde. En Ajedrez, Rosa contra Rafael era como Rafael contra Eliana o Eliana contra Iván Morovic. Simplemente, no era rival.

Rafael se puso de pie, y volvió a la sala de billar, dejando a Rosa sola, observando las piezas del tablero como un niño de cinco años tratando de leer el Diario Oficial.

Entonces el profesor apareció, trayendo junto a él una máquina de apariencia muy extraña. Era una cámara fotográfica instantánea, acoplada a un mecanismo que permitía alimentarla de forma automática.

- " Con esto, niños " - les dijo el profesor - " puedo sacar una instantánea de la misma escena para cada uno. Así no tengo que ir a sacarle copia. "

22 copias de la única foto grupal, más varias fotos con menor cantidad de copias. Sólo el profesor sabía cuánto dinero le costó sacar tantas fotos, pues era una sorpresa no considerada en el presupuesto del viaje. Con esto, los chicos despedían la llamada "estancia" y abordaban el bus de vuelta a casa.
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Horas después, Rosa se quedaba con Rafael en el terminal de buses, mientras esperaban el bus que llevaría a este último a Talca. Rosa aún no conseguía romper el hielo.

- " Ya es tarde, Rosa, y mi bus está atrasado. ¿Por qué mejor no te vas a tu casa? "

Rosa estuvo a punto de tirar la toalla e irse, pero todavía no se lo permitía.

- " Rafael... sólo quería estar un ratito más contigo. "

- " Como quieras... pero la verdad no entiendo por qué. Ya pasamos tanto tiempo juntos... Además, ¿qué más te puedo decir? Al fin y al cabo, a pesar de todo, sigues siendo mi mejor amiga, y eso no va a cambiar porque yo me vaya a Talca o no. No deberías preocuparte tanto. ¿No crees? "

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- " Sí, amiga... " - refunfuñó Rosa.

- " ... Bueno, fuiste tú la que me dijiste que aún éramos muy jóvenes para pensar en pololear y otras cosas. Además, recién estamos saliendo de la Enseñanza Básica, no hay por qué apresurar las cosas. "

- " Sí, es cierto que dije eso, y no he cambiado de opinión. "

- " Entonces. No debes encariñarte tanto conmigo, Rosa. Sobre todo porque ya no nos vamos a ver tan seguido, ya que iremos a liceos distintos, y no nos veremos en mucho tiempo. "

- " Sí, pero igual te voy a echar de menos, Rafael. "

- " Lo sé. Pero piensa en tus estudios. Tienes un gran desafío por delante. Sé que te va a costar, porque apenas pudiste sacar Matemáticas, y porque ya no estaré encima tuyo para apoyarte. "

- " Es verdad. Tendré que estudiar muy duro. "

- " ¡Oh, mira... ese es mi bus! ¡Chao! "

Rafael le dio un beso a Rosa en la mejilla... un beso muy rápido antes de correr hacia el bus. Rosa se quedó paralizada durante varios minutos... y sólo entró en sí cuando vio que el bus se retiraba.

Entonces Rosa se puso de pie, corrió hacia el bus y gritó: " ¡¡¡RAFAEEELLL!!! "

Pero Rafael no la escucharía, pues se había puesto audífonos. El bus abandonó el terminal, y Rosa se quedó sola. Ya eran más de las 10 de la noche. Lo único que quedaba era irse a casa y acostarse a dormir.

Atrás quedaron los sueños e ilusiones que Rosa había planeado en su mente para este día. La realidad no fue como Rosa esperaba, y Rosa se culpaba por eso. Pasó toda la noche llorando, furiosa consigo misma...

Pero Rosa no tenía por qué culparse, al menos no por falta de esfuerzo. Sí había algo de lo que Rosa era incapaz de darse cuenta. Rafael ya había tomado esa decisión, y era imposible que Rosa pudiera convencerlo de cambiar de opinión.

- " No te lo dije nunca. " - Rafael se decía mientras iba en el bus - " Probablemente fue para mejor hacerlo. No sé si querrás saber mi secreto... pero hay algo más que tú me dijiste un día. Si te digo lo que es... si te digo qué me hizo olvidarme de ti para siempre... te juro que nunca más querrás ser mi amiga. "

Rafael suspiró, y le subió el volumen a la radio, para callar el sentimiento de culpa que, en el fondo, lo embargaba.

- " ¡Ay, Rosa... si no fueras tan sólo una niña...! ¡Pero no, no eres como yo! "